Lucas, Teofilo soy yo
Introducción
Cuando empecé a prestarle atención a lo que el sacerdote decía en la misa, descubrí que lo más importante era la parte donde se leía el Evangelio. En ese momento empezaba una nueva ceremonia. Era tan importante que si uno no se había persignado y santiguado, se debería hacer en ese momento y no de cualquier manera, había que hacerlo con doble ceremonia.
Primero una cruz en la frente, luego una cruz en la boca, seguida por una cruz en el pecho y se termina con la bendición más conocida, que consistía en tocarse la frente, luego el centro del pecho, luego la parte cerca del corazón y se finaliza con la parte opuesta formando una cruz.
Además de todo esto, uno estaba parado, porque el Evangelio se escucha de pie.
Lo anterior sucedió hace muchos años, antes de que me enterara que no todo el mundo es Católico. Poco sabía yo de los Pentecostales, los Testigos de Jehová, los Mormones o los Evangélicos. Mi sorpresa sería mayor cuando descubrí a los Judíos, los Musulmanes y Budistas. Y cuando ya me estaba recobrando de la sorpresa, aparecieron los Ateos.
La lectura del Evangelio era la parte más interesante de la misa y la más divertida, desde luego esto es personal. Siempre la escuchaba con atención porque era aquí la única parte en donde se contaba sobre la vida de Jesús. Era aquí en donde Él hablaba con nosotros. Los Evangelios eran anécdotas en donde Él cobraba vida.
Mateo, Juan, Marcos y Lucas se convirtieron en nombres conocidos para mí porque los escuchaba seguido. Para mí eran uno solo. No porque no entendiera la diferencia, sino porque los cuatro narraban algo que a mí me gustaba, y como después de haberlos escuchado varias veces, no había detectado aparentemente diferencia alguna, no gasté tiempo en distinguirlos.