Lucas, Teofilo soy yo
Lucas supone que los nuevos cristianos, al saber de Jesús y sus obras, volverían a leer esta narración que ahora Él va a emprender. Es decir: Teófilo soy yo, Teófilo eres tú.
Así que Lucas deja ver una nueva cara: es capaz de ver el futuro. Sabe la importancia de lo que va a decir. Además sabe que lo sabe escribir y aunque ya “muchos han intentado narrar” la historia, él tiene elementos que la harán una lectura superior.
Debemos admitir que es importante que el escritor sepa que sabe escribir mejor que los demás; esto lo hace, de cierta manera, responsable histórico de lo que se escriba.
Lucas no era un pastor ignorante. Nada de eso. Fue una persona que no conoció a Jesús, pero que al saber de Él, por sus historias y anécdotas, queda apasionado de su mensaje. Se sabe en posición privilegiada al saber su capacidad de historiador y además nos hace creer que estuvo más cerca que cualquier otro en su momento. Le faltó ser testigo ocular, como bien lo dice él. Si Lucas hubiese sido apóstol tendríamos hasta retratos hablados de Jesús. Él se dio cuenta de la importancia de este documento que aún no empieza a escribir. Y además se toma el momento de dedicarnos su relato. Teófilo no existió. O mejor dicho: si existe. Cada uno de nosotros se convierte en el Teófilo al que se le dedica este Evangelio. Podría decirse que Lucas nos firmó este ejemplar. Tanta era su convicción en lo que iba a escribir, que sabía que pasarían generaciones y generaciones y sus escritos seguirían presentes.
Tal parece que fue una buena decisión haber tomado a Lucas para este análisis. Y pensar que hasta ahora vamos en el versículo cuatro.
Nacimiento y vida oculta de Juan el Bautista y de Jesús
Aquí encontramos un nuevo título, y más información. Nombres nuevos.
Juan el Bautista.
El evangelista nos quiere hablar de un tal “Juan el Bautista” antes de hablarnos de Jesús. Su razón debe tener. No sabemos aún esas razones y estaremos al pendiente para descubrirlas.