Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Si no se les contestaba y se les echaba a patadas, se les dejaba saber que no se deberían meter donde no cabían. Zacarías optó por darles importancia.

Gran error. Isabel ya sabía que no había esperanzas en una sociedad en donde el hombre no es capaz de ver a su esposa a un nivel más alto que a la de sus vecinos. Veremos sus repercusiones muy pronto. Alguien tendría que tomar un camino distinto.

¿Quién?... Aún no lo sabemos.

Y por supuesto el niño se llamaría Juan, No creo que Zacarías se ponga a jugar con eso. Si en el primer viaje, el bondadoso ángel Gabriel le quitó la voz sólo por hacer una simple pregunta, ¿Qué no haría, este angelito bravucón, si llega de visita y descubre que el niño se llama Leopoldo o Archibaldo?

Era sensato llamarlo Juan aunque la multitud se indisponga.

64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios.

Jajajajajajajaja.

Que inocente que he sido. Había acabado de decir que “de pronto llegaba Gabriel y descubre que el niño se llamaba cualquier cosa menos Juan” y resulta que Gabriel estaba monitoreando todo. En cuanto el niño recibe el nombre predispuesto, nuestro sacerdote recibe su voz de regreso.

No sólo eso. De seguro ya tenían el video de todos los vecinos que se interponían a la decisión angelical. Pobres de ellos, como dirían en las películas de misterio: sus minutos estaban contados.

Empezó a bendecir a Dios. Aquí yo veo miedo puro. No vale temer a Dios. No vale adorarlo cuando sabemos que si no lo hacemos nos caerán rayos y centellas. Además no encuadra dentro de nuestro análisis. Recordemos algo que dijimos hace un rato: que a Dios le gustaría recibir fidelidad por propia voluntad que recibirla sólo por temor. Esas alabanzas que se hacen en medio de la tormenta de poco han de servir cuando se sabe que cuando el cielo este manso, Dios pasa a segundo término.