Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Pero los vecinos no se detienen ante la voz de Isabel. Estos abusivos exigen que Zacarías defina quién tiene la razón. ¿Quién los dejó entrar a la casa como para que ahora exijan algo?

Zacarías los dejó entrar. Y no nos sorprendamos con la actitud de Zacarías. A nosotros nos pasa igual. De pronto llegan a nuestra casa personas ajenas a nuestro hogar que por tener un título, pudieran pensar que tienen derecho a tomar determinaciones. Yo soy la hermana, soy el abuelo, soy la tía o el padrino y de pronto esos títulos hacen que se sientan con derecho a tomar determinaciones en nuestra familia, que si los dejamos progresar, nos pondrá en contra de nuestros esposos, esposas e hijos. Debemos estar preparados, la sociedad tiene sus maneras de demostrarnos lo poderosa que es. Sus costumbres están tan arraigadas que si nos defendemos nos pueden castigar con la peor arma que el hombre ha podido inventar para castigar a los que se oponen: el silencio.

Recuerda: Si tu voz no tiene valor, estás muerto.

Así que la pandilla quería ahora que Zacarías le dijese por señas cómo se llamaría el niño. Creo que hasta la pobre Isabel estaría en una esquina, ya ni siquiera esperando que su esposo la defienda. Años de discriminación en contra de ella, sus hermanas y a su madre y la madre de su madre le daban la seguridad que su esposo no la defendería. Su esposo se dejaría manipular y terminaría tomando una decisión ante la inquietud de los vecinos.

Ya veremos, en estos momentos quisiera que estuviera equivocado.

63 Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados.

¡Por supuesto quedaron admirados! Habían ganado otra batalla en contra de Isabel. En contra de las mujeres en general. En el momento en que la multitud pidió saber si se llamaría Zacarías como ellos pedían o Juan como Isabel informaba, había dos opciones:

Si se les contestaba, se le daba un lugar de autoridad a la presión de los vecinos.