Lucas, Teofilo soy yo
Y estamos hablando de 2000 años después, con adelantos en la informática. Y además estamos hablando de un niño importante (estoy hablando de mí), lo suficientemente importante para que se le hiciera fiesta de cumpleaños con foto incluida y otras pruebas importantes. En esta época de la humanidad todo era más rudimentario. Poco o nada se sabía de cumpleaños, aniversarios o nombres de sacerdotes de un pueblito perdido (o sea: Belén).
Pero aquí el evangelista nos da el nombre del sacerdote, de qué familia, el nombre del perro, el nombre de su familia política y hasta el apodo que le tenían al loco del pueblo.
Quisiera hacer un paréntesis aquí para hablarles sobre el loco del pueblo.
Hace muchos años visité a un tío que vivía en Tocaima, un pueblo caliente cerca del río Magdalena. Mi tío Roberto me contó su proyecto. Iría de pueblo en pueblo para recolectar toda la información posible sobre el loco del pueblo. Decía mi tío con la cara más intelectual que uno pueda tener cuando habla de un tema aparentemente ridículo, que cada pueblo tiene como común denominador un loco y que al reunir la historia de todos estos pueblos, vistas a través de su loco autóctono, se podría conocer la historia de Colombia. La Colombia real, la que no podemos ocultar. Me proponía mi tío que me uniera a él en esta correría, pero tal parece que mi espíritu de aventura no estaba lo suficientemente desarrollado, ya que nunca más volví a preguntar sobre eso. No dudo que el proyecto tenía algún nombre en clave. Supongo que “Colombia Loca” sería un buen título, o tal vez “Patria perdida”, “Terruño despistado” o algo parecido. Nunca supe nada más sobre el proyecto. Creo que nunca lo escribió o si lo llegó a escribir, se hizo el loco y nunca me informó de tal suceso.
Pero volviendo a nuestro análisis, me sorprende que en sólo una oración el evangelista nos de tantos nombres con detalles tan sorprendentes.
Repito el versículo para tenerlo presente en nuestra memoria: