Lucas, Teofilo soy yo
“5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel;”
Voy a dejar aquí este versículo. Pero sólo quiero dejarme una nota personal en donde cuestionó la veracidad de tal información. Ya veremos.
6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.
“Los dos eran justos ante Dios”
¿Qué quiere decir esta frase?,
O sea, ¿Quién se le metió al escritorio de Dios y encontró que estos dos, eran justos ante la vista de Él?
Y aquí me salta a la memoria que Lucas le está escribiendo a alguien: a Teófilo. Y aquí no importa si Teófilo existió o no. A mí me sigue gustando la idea que Teófilo sea yo o cualquiera que lea el Evangelio. Y al escribirle a alguien, es donde estos escritos se tornan peligrosos, porque podría ser que se cambie la información o que la información que se nos da es parcial.
Déjenme explicarlo de otra manera.
Supongamos que tú te sientes atraído por alguna persona, tanto como para seguirlo. El tipo habla de salvación, de Dios y de otras cosas que en su momento se vuelven tan peligrosas que le podrían acarrear un encarcelamiento. Era tan peligroso lo que decía que hasta sus seguidores andaban armados. (Aquí me adelanté un poco pero recuerdo que en algún Evangelio, Pedro saca su machete y le corta una oreja a un centurión romano, así que andaban armados).
El cuento es que este tipo al que seguimos resulta convirtiéndose en lo que él mismo decía: En el Hijo de Dios. Después de muerto, muchos años más tarde, decidimos escribir sobre él. Hasta aquí todo bien, sólo me aquejan dudas cuando la parte importante de este escrito no es la persona a la que seguimos hasta su muerte, sino que estamos escribiendo una historia para que alguien más la lea, en este caso Teófilo.