Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Todo lo que escribamos será con el propósito de ilustrar a alguien, no necesariamente de contar la vida de Jesús. Esto podría hacer que la historia se arregle de cierta manera, sólo con el propósito de convencer al lector al que dirigimos nuestros escritos.

Y una vez que leo que se conocen detalles tan precisos de un suceso, me asaltan dudas de su veracidad.

Recordemos de nuevo que no sabemos nada, debe ser el autor el que responda nuestras preguntas. Y no olvidemos que nuestras preguntas a la vez son distorsionadas, pues sabemos que Jesús murió hace 2000 años, pero nos cuesta regresar nuestra mente a esa época. No sabemos sus costumbres ni su forma de recordar. Nosotros tenemos el periódico, el Internet y los libros para seguir recordando los hechos por miles de años. Así que nos cuesta pensar, que alguien recuerde detalles de algo que pasó hace muchos años, si no se han tomado notas detalladas.

Volvamos a leer el versículo: “6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Si en el anterior descubrimos bajo que Rey, de que familia y nombres de los esposos, aquí descubrimos que no tenían hijos y además la razón precisa por lo que no hay hijos. Como bono adicional ahora tenemos la edad aproximada de ellos.

¿Por qué nos da tanta información que parece irrelevante?

Debe tener algún propósito, de otra forma, ¿Para qué molestarse en escribirlo?

La pregunta aquí es: ¿Hacia dónde quiere Lucas que miremos?

Esto parece funcionar igual que un acto de magia. Los trucos de magia son en su mayoría sencillos. Lo que los hace sorprendentes, es que los espectadores no saben que va a pasar, así que cuando sale un conejo de un sombrero, nos sorprende y nos quedamos con la boca abierta. El truco es sorprendente, siempre y cuando el mago nos despiste. Si miramos siempre hacia donde él quiere, estamos en sus manos, pero si nosotros ya sabemos que el conejito está encerrado debajo de la mesa, en un compartimiento secreto, pues ya el truco deja de ser truco y no nos divierte.