Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

María estaba más adelantada que cualquier mujer del siglo veintiuno.

Entonces descubrimos algo más. No fue un accidente que María haya sido la elegida. Se necesitaba una persona muy avanzada para cumplir la tarea. Desde luego tenía que ser mujer. Un Zacarías preguntón no era conveniente. Una Sara risueña no era confiable. María era la indicada. De seguro había leído las escrituras y a eso se refería cuando su pariente Isabel la saludó. ¿Cómo fue que le dijo?... ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

¡Esperen! Algo se nos pasó por alto. ¿Qué clase de saludo es éste?

¿Por qué Isabel la saluda de esa manera?

¿Cómo sabía Isabel que María sí creía en las palabras del Señor?

Porque se conocían obviamente. De hecho eran parientes. Pero vivían en ciudades diferentes. Así que las veces que habían hablado, convencieron a Isabel que María era una creyente pura. Si el Señor lo dice, así es. Nada de desconfianzas. Isabel lo sabía y por eso se alegra cuando la recibe. Si alguna vez Isabel tuvo algún recelo de que las palabras del Señor se cumplirían se ve rodeada de pruebas que lo confirman. Primero ella ya vieja y estéril se encuentra con seis meses de embarazo, pero como si fuera poco, ahora su pariente, la virgen, la que si cree de verdad, está embarazada y lleva en su vientre al que culminará la tarea. Por eso Isabel se lo dice de esa forma: ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

Eso explica porque María no se sorprende del todo. Ya sabe que algún día ‘eso’ va a pasar, así que el día que ocurre ya no hay sorpresa, sólo gozo. Además que si esto es así, es una razón más para haber sido la elegida. Ella no tendrá que gastar energías en aprenderse su papel. Ella ya lo sabe. Ella no necesitará un equipo de terapeutas para que le den valor cuando la gente la mire con desdén, con rencor o tristeza. Ella sabe exactamente cuál es el objetivo, así que esos detalles terrenales le pasan por encima sin tocarla.