Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. 

Ya me empezaron a molestar estos vecinos. No contentos con ponerle el nombre que a ellos se les antojó, ahora deciden no creerle a la madre. Isabel ya les ha dicho que se llamará Juan. Pero eso no es suficiente. Debe ser el padre el que determine. Y aunque Zacarías diga que se va a llamar igual que él o decida hacerle caso a Gabriel y llamarlo Juan de todas maneras siembra un precedente que es, el de dejar que la multitud tome autoridad en su familia. 

¿Decidir qué? 

Él no tenía que decidir entre su esposa y los vecinos, debió sacarlos a todos a empujones. (¿Estaré yendo en contra de las enseñanzas del Jesús que aún no ha nacido?) 

Y aquí podemos observar algo que veremos no solamente en este momento particular de la sociedad en donde el pueblo entero, la sociedad en general, toma decisiones que no les atañe y uno, en lugar de pararse y recapacitar, toma el camino fácil que es hacerse el valiente, poniendo cara de jefe de hogar cuando en realidad sólo ha sido el juego que alguien más eligió por uno. A veces es necesario saber la diferencia entre decidir y escoger. 

Zacarías aquí fue perezoso, pero no un perezoso por indecisión sino un perezoso por ignorancia. El no sabía nada más y simplemente siguió el juego que le proponían y en el proceso perdió. Ya su esposa había dicho que se llamaría Juan. Isabel aquí actúa como una leona que defiende su manada, que incluye a su esposo y que podría tomar como excusa que no tiene habla. Pero una excusa es una excusa. Esa no es razón. El nombre del niño se debió haber hecho en forma privada entre su esposa y él, no entre los vecinos y las comadres. 

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