Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Al formarse un nuevo símbolo de alianza como sería el bautismo, esto quiere decir que existe una nueva alianza. Es que todo empieza con una nueva ceremonia.

Fíjense bien. Tú naces con una alianza que tu abuelo Abraham hizo con Yahvé, cumples la ceremonia de la pascua recordando la salida de Egipto y eso es todo lo que necesitas para salvarte.

Bueno, no todo, tenías que pertenecer a la familia de David, creer en el pacto, asegurarte de que los varones estuvieran circuncidados y estar listos para la salvación que iba a ocurrir de un momento a otro.

Pero de pronto y después de muchos años de cumplir con todas las leyes, resulta que viene un tipo mal vestido, gritando que eso no es todo, que ahora te debes bautizar.

Pero el tal bautismo no es que caiga agua por encima. Nada de eso.
El
bautismo consiste en convertirte.

¿Entendieron el verbo convertir?

Convertir no significa cambiar. Es transformarse. El bautizo consistía en transformarte para salvarte.

¿Quieres que se te perdonen los pecados?

Te tienes que convertir.

¿Convertir en qué?

¡Exacto! Convertirte en otra cosa de la que crees. Juan fue un revolucionario. En ese sentido le preparó el camino a Jesús.

Juan con sus gritos de conversión puso a la gente a pensar y luego Jesús con sus parábolas les dio el golpe final. Pero se requería de la conversión, del bautismo.

Todo aquel que se bautizara, sin darse cuenta dejaba de ser el que era. Ahora recibía la señal del nuevo pacto.

Pero el nuevo pacto era toda una amnistía que tenía más beneficios que la anterior.

Con el pacto anterior se corría el riesgo que el primogénito vendiera su lugar en la familia. Esto fue desastroso como recordarán con ‘El escándalo de las lentejas”, la primogenitura se eliminó al momento de bendecir a Jacob. Con eso se eliminaba que se siguiera vendiendo algo que se suponía no tenía precio, pero entonces se cometió un pequeño error de cálculo.