Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Esperen… ¿Se dieron cuenta cuando yo dije que Jesús estaba hambriento?,

¿Ustedes lo creyeron sin ponerlo en duda?

Por favor, deben mantener sus ojos abiertos. Incluso cuando ustedes y yo estemos en este análisis, no quiere decir que yo siempre les diré la verdad. Es que la mayoría de las veces, yo no sé la verdad. Si yo digo que Jesús está hambriento, ustedes deben parar y preguntarse ¿Cómo lo sé?

Porque una vez demos por hecho que Jesús está hambriento, todas las demás suposiciones parecerán ciertas cuando no es así.

Yo me equivoque. Ustedes se dejaron equivocar y alguien más está equivocado.

¿Quién? El diablo por supuesto. Aquí el infeliz diablito entra a tentar al hijo de Dios. ¿De qué manera? De la única manera que él sabe.

Y fíjense algo más que nos desenmascara. Y de paso desenmascara al infeliz diablillo.

La única forma que nosotros tenemos para tentar a alguien, es dándole lo que a nosotros nos tentaría. Aquí, cuando el diablo le ofrece la forma de obtener pan, no es sino el reflejo de sus deseos. El diablo le dice a Jesús “Si yo fuera el hijo de Dios, me dedico a comer piedras que puedo convertir en pan”

El diablo no le dice “Si tuviera tu poder, me dedico a curar la lepra y el sida.”

Entonces el diablo aquí le está diciendo qué clase de Dios va a ser él, si se le llega a dar la oportunidad de tener poder.

Y de la misma forma somos nosotros. Esto nos atañe. Algunas veces no tenemos mucho, pero al soñar con algún poder, con alguna riqueza, sólo pensaremos en las necesidades básicas. No pensaremos más allá porque el hambre no nos deja ver más allá de nuestra barriga llena. Y claro que nunca vamos a tener ese poder, porque la vida misma aborrece tal tipo de poder y tarde o temprano nos eliminará. O mejor dicho: nos eliminamos nosotros mismos. Así que esta primera tentación que el diablo intenta, no es sino una indirecta que recibo a mi propio comportamiento.