Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Jesús empieza a predicar en el mismo pueblo donde él se crió. Tarea de por sí difícil ya que los que lo vieron crecer no se lo pueden imaginar de Mesías.

Y parece que ésa es una constante en la vida de los seres humanos. No podemos creer en nuestro hermano. O solamente recordaremos las cosas malas que hizo o los dolores de cabeza que dió cuando era adolescente. Lo que sea, pero a uno conocido no le creemos sus milagros.

Con Jesús sería lo mismo. Y pensar que fue allí mismo, donde él empezó a vivir, que vino a decir que las escrituras se estaban cumpliendo frente a sus ojos.

Y algo más aquí. Jesús detecta algo que nosotros damos por hecho: vivimos en el pasado. Se nos hace complicado vivir en el presente. Es por eso que Jesús sabe que no será bien recibido en su tierra.

Es por eso mismo que es tan difícil llevar un matrimonio. O llevarse con tu madre, o querer a un hermano. O reconstruir una amistad perdida o hablar con tu hija.

Porque antes de intentar reconstruir una relación, vamos a tener en cuenta muchas cosas 'importantes', como por ejemplo, las cosas que pasaron para que ésa relación se perdiera.

Y desde luego, todo "lo que pasó" está en el pasado pero nosotros nos concentramos tanto en ello, que "eso" no está en el pasado, está aquí mismo con nosotros y cuando miramos a un amigo, no vemos lo que estamos viendo, sino que estamos viendo una película de hace días, meses o aún más ridículo: Años.

Por eso a nuestro hermano le va a quedar casi que imposible ser un hermano. Lo que nosotros vemos es una ilusión del hermano que está frente a nosotros.

Nosotros le ponemos miles de filtros frente a él y si tiene la idea de ser honesto y amigable, pues le va a costar lágrimas porque él no cuenta que nosotros lo vamos a estar juzgando, criticando y evaluando cada palabra y cada mirada que nos dé.