Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Parábola del buen samaritano. 

29 al 37. Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión. Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: `Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.' ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.» 

Repito lo mismo. Jesús sabe su objetivo, es por eso que no se le puede tentar. El diablo lo intentó al igual que los fariseos, escribas y sacerdotes del templo y nadie se escapa de su paciencia y sus ganas de entregar el mensaje. 

Y volvemos a lo mismo. Siempre lo atacan con “verdades”. Son esas mismas verdades que nos llagan a nuestra casa y que nosotros debemos detectar... y en cuanto las descubramos, responder de la misma manera. 

Pero no de la misma manera en que se nos ofende, eso sería demasiado fácil y la forma más efectiva de convertirnos en lo que no nos gusta. 

Es la oportunidad de defendernos tal como lo hacía Jesús, siempre queriendo enseñar. Es que no es a él al que tientan, es Jesús el que ante estos ataques, decide ser él, el que ponga en tentación a sus perseguidores. 

Ahora están siendo tentados a hacer el bien.

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