Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

También nos dice que hasta el ladrón que se bautizó, nos va a condenar. Es que el pasado no importa, es lo que hacemos hoy cuando tenemos la oportunidad de creer y no tomamos el mensaje ni teniendo a Jesús frente a nosotros. Jesús aquí nos vuelve a decir que él es el Mesías. 

Dos «logia» sobre la lámpara. 

33 al 36 «Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor. Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo está enteramente iluminado, sin parte alguna oscura, estará tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su fulgor.» 

Encender la lámpara es leer la Biblia.

¡Inteligencia! 

Aquí Jesús nos pide que utilicemos esta inteligencia que tenemos. 

Déjenme hablarles de este análisis del evangelio de Lucas. 

A muchas personas les molestará saber que yo me atrevo a tomar este evangelio y lo analicé a mi manera. Algunas personas con las que he hablado, tienen pavor a tomar la Biblia y tratar de entender qué es lo que dice allí. Y no hay otra forma de aprender, sino preguntando. Y Jesús lo dice aquí: “Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín.” La lámpara es nuestra inteligencia. Nuestra habilidad de hacer preguntas. Jesús mismo es un maestro y su función es contestar preguntas. El no se ofende contestando. Él enseña. Y aquí nos pide que preguntemos.

 “Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo.” Eso no quiere decir otra cosa que tu curiosidad es natural. Que tus ojos son dos cosas: tu curiosidad natural que te llama la atención sobre las cosas que te rodean y que es por allí por donde entrarán tus respuestas. 

Será la curiosidad la que te envíe a buscar tus verdades. No dejes de hacer preguntas sólo por miedo o temor sin siquiera saber a qué es lo que se le tiene miedo. 

Por eso no me da miedo o temor hacer este análisis. No hay nada que temer. Al contrario, he aprendido mucho y eso que toda la conversación ha sido conmigo mismo. He aprendido mucho analizando este evangelio. ¿Habrá cosas que yo no haya visto de la manera correcta? 

¡Claro que sí!, mi alcance es limitado, pero al menos hago la pregunta, que un día de estos, se contestará. De eso se trata, de hacer preguntas y buscarles la respuesta. Y Jesús aquí mismo lo dice: “Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo.” Que yo traduzco como: ‘busca la verdad haciendo preguntas. Sé curioso” 

Contra los fariseos y legistas. 

37. Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entró, pues, y se puso a la mesa.

Es curioso que este ejemplo no sea la primera vez que aparece. Jesús es invitado por alguien que no comparte sus ideas. Por alguien que desconfía de él. Por alguien que podría ser quien lo traicione y simplemente busca destruirlo. 

Desde lejos se ve que es peligroso para Jesús aceptar esta invitación. Y aunque no fuera peligroso, sí parece una pérdida de tiempo. ¿De qué sirve ir a la casa de alguien que no cree, cuando ese tiempo se puede invertir hablándole a la gente que lo sigue y que sí cree en él? 

Y la respuesta es bien simple. Porque los que lo siguen ya creen. Ahora debe llevar su mensaje con alguien nuevo. Es la semilla que él mismo hablaba antes. Una cayó en las rocas, otra entre espinos y otra en tierra buena. Deben perdonar mi memoria si la estoy contando mal, pero esa es la idea. Yo decía, cuando pasé por esa parábola que uno nunca sabe cuál será la tierra buena, o el terreno árido, eso nos impide discriminar basado en nuestras deducciones. Debemos simplemente sembrar, tener fé y esperar el resultado. Sin amarrarnos al resultado. Lo que se produzca, eso es.

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