Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

9 Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; 10 porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. 11 Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» 12 Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»

El diablo no pierde las esperanzas. Lo tienta de una forma y otra. Primero le recuerda que tiene hambre y que puede y debe utilizar sus poderes para hacer pan.

Luego lo seduce con las tierras y el poder.

Ahora la tentación es diferente. Ya no se anda por las ramas. Ahora el diablo desafía al mismísimo hijo de Dios exigiendo que se lance desde las alturas.

Infeliz diablo, está desesperado.

Pero fíjense de algo peligroso que sucede aquí. Algo más peligroso que la tentación misma. El diablo no miente. Cualquier cosa se puede decir de este diablo que hoy nos muestra Lucas, pero no podemos ni en nuestro dolor permitirnos llamarlo mentiroso. Es el diablo, es cierto. Ha tentado a Jesús, es cierto. Pero no ha mentido. Si alguien dice lo contrario, deberé ponerme en la dificilísima posición de defenderlo. Es que no ha mentido y la verdad se debe mantener pura, aún cuando beneficie a nuestros diablitos.

Pero, si el diablo es tan malo y perverso… ¿Por qué no miente?

Fíjense que en esta tercera tentación todo lo que dice es verdad, al menos para el hijo de Dios: Si él se lanza, no le pasará nada y si él lo ordena, los ángeles lo sostienen o lo atrapan o como sea la forma divina de evitar una estrellada terrenal. El diablo no miente. Todo es cierto. También es cierto que el hijo de Dios podría convertir piedras por panes y por la reacción de Jesús, este reino le fue otorgado al diablo.