Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Pero aunque llegue un divorcio o algo más grave, nada de lo que cada uno hace o deja de hacer es para ofender al otro. Todo seguirá siendo una forma de llamar la atención.

La próxima vez que alguien "te ofenda", quédate callado. Sólo escucha y para ti va a ser claro: esa persona sólo quiere un poco de atención.

Entonces estarás en un sitio nuevo. Un sitio en donde no tienes que perdonar a nadie porque jamás nadie te ha ofendido. Y como no tienes que perdonar va a pasar algo más interesante: No tendrás odios en tu corazón.

Ni resentimiento, ni amargura, ni llanto, ni dolor, ni rencor, ni celos, ni odio o tristeza.

Por eso Jesús pregunta: 23 ¿Qué es más fácil, decir: `Tus pecados te quedan perdonados', o decir: `Levántate y anda'? Pero ahora tienes una nueva herramienta. Ahora tienes dos poderes: primero de perdonar a los que tienes que perdonar. Y segundo el poder de que nadie te vuelva a ofender porque de todas maneras nadie tiene interés en ofenderte.

De hecho si te fijas, entre tus grandes enemigos, es posible que este uno que antes fue tu gran amigo.

Y aún lo es, sólo que el infeliz no sabe cómo pedir perdón y tú no sabes cómo perdonarlo.

O lo que es peor aún: Eres tú el que no sabes ir a pedir perdón.

Esto se pone cada vez más interesante. ¿Tú sabes por qué uno no pide perdón?

Por miedo. Es la única razón por la que uno no pide perdón. Uno está aterrorizado de algo.

De sentirse humillado. Miedo a no recibir perdón. Miedo de sentirse culpable. Y no sé de cuántas más se puede uno asustar. Y ahí entonces entra el orgullo.

El miedo utiliza el orgullo para "justificar", no pedir perdón.