Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Es que la prueba de que algo anda mal, es que tienes enemigos. También con ellos surte efecto el consejo original: déjalos ir. 

Porque si no los dejas ir, seguirán contigo toda la vida. 

Eso sin contar con la forma en que nosotros nos comportamos con nuestros enemigos. Maltratamos nuestras vidas esperando hacerlos sufrir. Eso es como si nos tomáramos un veneno y luego nos sentamos a esperar que ellos se mueran. 

Hay una frase que dice que los amigos se restan y los enemigos se multiplican. Cambia la frase. No hagas nada que la convierta en realidad. Elimina tus enemigos. Que si alguno se llevó algo tuyo, no lo perdones porque no hay nada que perdonar, regálale lo que se llevó y ahora será, no un enemigo, sino una persona a la que le pudiste ayudar. No te preocupes por lo que se llevó, que de seguro así como lo pudiste obtener antes, lo podrás obtener de nuevo, posiblemente hasta será una versión más moderna con menos fallas del que perdiste y de seguro tendrás más experiencia para no volverlo a perder. 

Y si lo vuelves a perder será una nueva oportunidad de volver a estrenar. ¡Aleluya! 

31 Y tratad a los hombres como queréis que ellos os traten. 

Aquí estoy de acuerdo con este Jesús que nos muestra Lucas. No que antes no esté de acuerdo sino que ahora estoy más de acuerdo. 

Entonces primero hay que tener en claro cómo es que nosotros queremos que se nos trate. Y una vez definido ese tratamiento, entonces nosotros lo esparciremos. Algo bueno tiene que salir de allí. 

Incluso cuando nos ofendan. ¿Cómo quisiéramos que se nos tratara cuando somos nosotros los que ofendemos? 

Entonces así debemos tratar a los que nos ofenden. 

32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman.

Exacto. 

Esto no lo voy a tratar de analizar porque de pronto, lo hecho a perder. 

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