Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

La clave de esta anécdota es el temor de los discípulos. 

Ya sabemos que esta gente sabía de botes y conocían el lago de memoria. Eran pescadores.

Pero hasta el pescador más atrevido sabe cuando la pelea está perdida. Y aquí ya no hay mucho que hacer, ellos han determinado que es mejor llamar a Jesús ya que se corre un peligro inminente. 

Pero el secreto de esta anécdota radica en lo siguiente: Los discípulos habían ya vivido a diario con Jesús, habían visto cosas fantásticas, desde curación de leprosos, enfermos y no sabemos qué cosas más. Además han escuchado el mensaje de Jesús y creen en él. 

O al menos eso creen ellos. Hasta que llega la tempestad, el agua se acerca más de lo recomendado y bajan a Jesús del sitio donde lo ponen cuando todo anda bien y en cuanto la suerte se pone pesada, entonces ya no se le trata como a un ser especial, lo llaman para rescatarlo. 

Jesús detecta esto de inmediato. Ante la menor prueba de peligro se echan a perder. 

Ahora Jesús calma el viento y las aguas y de nuevo los mismos que lo ven, lo vuelven a preguntar: ¿Quién es éste al que las aguas y los vientos le obedecen? 

¿Si ven? 

No importa cuántas pruebas vean, se lo seguirán preguntando. 

Pero veámoslo de otra manera. 

Es que lo mismo nos pasa a todos cuando estamos en la misma situación y ni siquiera estoy hablando si uno duda de Dios o de Jesús o de las cosas que uno cree sin ver. Estoy hablando de las cosas que uno tiene a diario y que se ponen a prueba con las dificultades. Todo se ve diferente ante una calamidad y las amistades se echan a perder, los matrimonios se rompen porque es nuestra naturaleza olvidar quién es éste o aquél en un momento de tragedia.

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