Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Tratamos de impedírselo porque no viene entre nosotros”, Esa es toda nuestra salvación, que todos estén al lado de nosotros, que pertenezcan a nuestro club privado de salvación. Jesús aquí lo dice tal cual es: El que utiliza mi nombre para la salvación, no hace nada malo, porque está hablando bien de mí. Queda eliminada la posibilidad que se ponga en contra mía. Está claro. 

Pero nosotros pensamos siempre en función de nuestras familias, de nuestros clubes, de nuestras organizaciones y todo lo demás queda eliminado o hay que eliminarlo. Ni siquiera importa que digan lo mismo que yo digo, deben pertenecer al club, con tarjeta de identificación y membresía al día. 

Esa es la semilla de todas nuestras discordias y nuestras guerras. Que no somos capaces de aceptar que otros puedan existir. Queremos ser los primeros, los elegidos, los salvados. Cualquier otra cosa hay que eliminarla. Aquí tenemos a los mismos discípulos adiestrados por Jesús, pidiéndole que utilice su poder para eliminar a otro que hace curaciones en el nombre de Jesús. 

Pero es que esa es la idea, que lo utilicemos para hacer el bien. Este que estaba haciendo curaciones, era más apóstol que Pedro y los demás. Este no necesitó mayor entrenamiento. Supo de Jesús, le creyó e inmediatamente empezó a trabajar, curando y declarando a Jesús como su salvador. 

Yo he tenido algún contacto con diferentes iglesias en donde descubro que todas son básicamente la misma.

Y a partir de allí se conforman toda una serie de reglas e imposiciones que chocan con los otros clubes y empieza la separación. Cada una se hace dueña de la verdad, sus miembros son tácitamente aislados. Entre sus miembros está la ley aún sin escribir, de no hablar con alguien que no pertenezca a su misma organización. He encontrado algunos que se abstienen hasta de leer libros o revistas que otras iglesias publican. Tienen la verdad y empiezan a proteger a su organización por encima del mensaje principal que dicen aceptar: Que Jesús vino, trajo su mensaje, no armó guerra alguna y solo pedía que fuéramos bautizados, que traducido en un lenguaje sencillo, significa creer en él. Ese es el bautizo del que hablaba Juan el Bautista. 

Juan rociaba agua sobre las cabezas y el bautismo se efectuaba, pero Jesús, eliminó el agua. Ahora debería hacerse no por encima de tu cabeza, sino dentro de tu cabeza. El agua ahora, sería tu propia fe.

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