Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Eso fué lo que le cayó a los apóstoles una vez Jesús murió. Ya sé que me adelante un poco porque aún no llegamos allí, pero los apóstoles fueron bautizados de la manera más extrema. Jesús se tuvo que morir para que le creyeran. Mientras estuvo vivo le preguntaron, le tentaron, lo despistaron, lo escucharon, vivieron con él, pero nada de eso sirvió. Fue cuando su presencia ya no estaba que lo declaramos hijo de Dios. Fue sólo en ese momento en que sus palabras se hacen realidad. Es por eso que en la semana santa declaramos que Jesús murió por nosotros. Que su muerte y resurrección es la salvación de nuestros pecados. Con eso sólo declaramos nuestra desconfianza por el hijo de Dios. 

No es con su muerte que nos salvamos. Ni mucho menos con su resurrección. Es su vida la que en verdad cuenta. Es el hecho que haya nacido en la forma en que nació. Es su madre que lo educó, es la gente de la que se rodeó lo que nos salva. Al creer que es su muerte y resurrección la que nos salva, sólo estamos diciendo que su vida y sus palabras no lo hubieran hecho. Pero no es así. Jesús predicó un solo mensaje a través de su vida y esto se resume en: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” 

Es ahí en donde demuestra que es hijo de Dios. Eso no lo cambia nadie. Ni su muerte.

Ni su resurrección. El se pudo haber muerto viejito, lleno de arrugas y de pronto hasta haber perdido lucidez mental en su ancianidad, y eso no hubiera cambiado la belleza del mensaje que trajo. 

El nos equilibrio. Hombres y mujeres por igual. La riqueza no te hace más persona. Tus pecados no te hunden. Sólo un detalle, bautízate y hazlo pronto. Creé en él y estarás salvo. No necesitas venir de una familia privilegiada y algo más: no hay un pueblo elegido. Nunca existió ese pueblo elegido porque Dios no discrimina. El mismo Jesús lo afirma cuando los apóstoles se quejan que hay alguien más, curando en nombre de Jesús y ellos intentaron evitar que lo hiciera, pero Jesús sin preguntar su nombre o de qué familia venía, le da la autorización que ese hombre ni siquiera pidió; “Dejadlo, porque el que no está contra mí, está conmigo” 

Así que tú puedes ir hablando bien de Jesús y no tienes que pedirle permiso, porque es que no se necesita permiso para dar amor y hablar de Jesús.

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