Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

De qué deben alegrarse los apóstoles. 

17 al 20. Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.» 

Estos setenta y dos apóstoles eran desconocidos para mí. Pero al parecer no tuvieron problemas para desterrar demonios y aquí las palabras de Jesús de nuevo les da una noticia más importante: no es que los demonios se sometan... lo que debe alegrarlos, es que ellos mismos están salvos. Ahí está el verdadero valor de su trabajo. Es una gran diferencia de la que debemos aprender. 

Ahora bien, que tal que pudiéramos ver ese versículo desde otro punto de vista, uno más terrenal.

Traigamos aquí dos versículos que ya vimos:

Aquí están las dos caras de la misma moneda.

Por un lado, Tú, cómo  nuevo apóstol vas a  caer deslumbrado ante el poder de espantar espíritus rebeldes y hasta vas a empezar a colocar en tu hoja de vida que eres un buen líder de seminarios o que sabes dar consejos bonitos. Y puede ser cierto. Hasta puedes llegar a ese nivel de descubrir que tiene el enfermo, aún antes que la víctima sepa que está enfermo. Te felicito.

Y Jesús, siempre un par de pasos más adelante que sus apóstoles les recuerda que aunque eso sea bonito, sobre todo para tu ego, lo importante es su propio cielo, o sea que te lleguen a tentar y tú tomes acción, y cuidado, Algunos llegaran a pensar que tomar acción es formar una coraza de aislamiento y hasta se creerán el cuento de que nada los toca.

¿Y cómo saber de que nada me toca?

Facil.

La verdadera prueba de que nada nos toca es cuándo la tentación aparece clara y palpable ante nosotros y por lo tanto no ejerce poder sobre nosotros y al mismo tiempo, y esto es vital; tenemos todo el tiempo para pensar en la persona que está frente a nosotros. Y atención… ¿que vamos hacer con esa persona?

Ahí está la clave.

Algunos huyen y se quedan solos, creyendo que la tentación no los toca. Pero la seña es quedarse y buscarle una buena salida al que te trae la tentación.  

Recuerden al diablillo trayendo sus grandiosas ideas y ¿Jesús que hizo?, buscarle el mejor camino al tipo.

Es que no era cosa de destruirlo. Era cosa de encontrar lo mejor para el tentador. Cuándo lo primero que se te ocurre, es destruir al que está enfrente, es posible que el diablillo seas tu.

Y Jesús le dice “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre.”

A mí me responden eso y me voy para la casa sorprendido por dos cosas:

Y sí hay algo más bueno yo lo quiero conocer. Y no solo conocer, yo lo quiero para mí.

Y yo por experiencia propia y después de múltiples ocasiones lastimando diablillos, he descubierto que esas victorias son efímeras y la mayoría de las veces o mejor dicho, todas las veces, se convierten en fuente de culpa y de vergüenza. Y cómo además, entre mis herramientas, tengo la de no pedir disculpas, pues voy acumulando culpas, vergüenzas y menos amigos.

Así que yo propongo que eso que dice Jesús de que me alegré de que mí nombre este en el cielo, se refiere por ahora, al cielo de estar en armonía con mis hermanos. 

El Evangelio revelado a los sencillos. 

El Padre y el Hijo. 

21 y 22. En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a ingenuos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Mi Padre me lo ha entregado todo, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» 

Jesús aquí agradece que sea él, el enviado por Dios. Solamente él lo sabe y solo aquellos al que él mismo decida confiarlo. Este es un agradecimiento de Jesús hacia su padre.

Sólo un problema, yo vivo bajo la ilusión de que soy inteligente y al parecer, nada me será revelado. No me queda nada más que desearle suerte a mis lectores ingenuos.

No hay más que decir; estos versículos están muy claros.

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