Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. 

Cuando era niño, a mi me parecía que esta oración era un poco más larga. Ahora que la veo escrita pues me toca leerla varias veces para estar seguros que no le falta nada. 

La oración empieza de la manera más fuerte posible: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre

Aquí aceptamos que hay un Dios y que está en un lugar llamado cielo y que además es santo. 

¿Algo más? 

¡Claro que sí! La parte más importante aún falta por ser descubierta. De nada nos sirve saber que hay un Dios, que vive en algún lugar y que es el más poderoso. La verdad de nada nos sirve. Pero hay un detalle que cambia todo. Es nuestro padre. Ahí es cuando nos interesamos. 

Y aquí recordamos en forma muy conveniente que Jesús se proclamó hijo de Dios y él, al enseñarnos a orar, nos pone a un nivel muy alto. Somos hijos de Dios. 

Así que el Padre Nuestro empieza dándonos un lugar a nosotros. No es que se determine que hay un Dios, es que se nos asegura que somos hijos de él. Así que esta oración que Jesús nos está enseñando, empieza de la manera más fuerte posible. Es como si recibiéramos un regalo al estarla diciendo. No estamos solos ya que nuestro padre es el más poderoso. 

¡Esperen! 

¿Se acuerdan que el diablo tentó a Jesús en el desierto? 

Aquí en esta oración vuelve a aparecer el diablo. 

¿En qué forma? 

En forma de mensaje oculto. 

Recordemos cómo pasó eso.

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