Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Entonces ya sabemos que el diablo va a llegar a nuestra vida y nos tentará. 

Y algunos de ustedes que aún se acuerdan de lo que estamos hablando, se preguntarán… Y en qué parte del comienzo de esta oración se menciona al diablo. 

Volvamos a escribirla para que pueda ser detectada. 

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 

Ahí mismo. 

Escondida en la primera parte se da la solución a nuestros problemas. 

Volvamos a la pregunta inicial: ¿Por qué Jesús no cayó en tentación? 

Porque él sabía su objetivo. Jesús sabía quién era él. Sabía quién era su padre y sabía lo que él tenía. Era como un niño rico que sabe que tiene poder, riquezas y vida eterna. Lo sabe tan bien, que en cuanto llega el diablito a ofrecerle joyas de plástico y baratijas de dudosa procedencia, no tiene la menor posibilidad de tentarlo. Jesús sabe su objetivo. 

¿Y nosotros? 

¡Fácil! 

Solo nos hace falta leerlo de nuevo y encontrar la respuesta: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 

En cuanto estemos seguros y creamos que somos hijos de Dios, entonces ese será nuestro escudo contra el diablo y todas sus tentaciones. En cuanto seamos tentados vamos a compararlas con lo que tenemos y el plástico que nos ofrezca se derrite solito. 

En cuanto digamos “Padre nuestro” todo lo malo desaparece. Sólo un pequeño detalle: Se requiere creer. 

No es suficiente rezar la oración, se necesita entenderla y luego se necesita creerla, de otra forma sólo es una serie de palabras que no tienen sentido. De nada sirve decir: Dios, eres mi padre, cuando requerimos de un amuleto que nos proteja contra la mala suerte.

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