Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

¿Ahora si entendimos? 

Creer en Dios se vuelve algo diferente. Ahora no podemos asustarnos cuando un gato negro se nos atraviesa o dejar de hacer algo el viernes trece porque nos trae mala suerte. No hay mala suerte para el que cree. 

Y todo se encierra en la primera parte. Podríamos parar allí mismo porque en esa sola frase se encierra todo el mensaje: Dios es tu padre y no puedes haber tenido un padre más poderoso. Cuando decimos “santificado sea tu nombre” nos sometemos a respetarlo y no hay forma de respeto más grande que creer en él. Así que nada de elefantes mirando hacia la puerta para atraer el dinero o cuchillos atravesados debajo de la cama para ahuyentar los malos espíritus. Es que nosotros somos los malos espíritus, cuando dedicamos nuestras fuerzas y nuestra fé, en cosas absurdas que alguien nos enseñó y que se convierten en ciertas, sólo porque somos nosotros los que creemos en esas cosas. Y esas creencias falsas nos amarran y nos ahogan. Dejar de hacer algo cierto día, solo porque nuestras creencias así lo dictan, nos está robando de lo lindo que es la vida. 

Padre Nuestro que estás en los cielos. 

Solo decir esa frase nos protege del diablo y sus tentaciones. 

Estás dispuesto a adorar al diablo sólo porque él te ofrece unas tierras que falta ver que sean de él o si llegan a ser de él, aún falta que te las entregue y aunque te las entregue, falta ver qué ganas. 

...O que pierdes. 

Venga tu Reino. 

¿Qué querrá decir esto? 

Puede significar dos cosas. Y las dos cosas al final significan lo mismo: Que el reino va a venir. 

O sea, ya dejamos establecido que Dios es Dios y que nosotros somos sus hijos.

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