Lucas, Teofilo soy yo
Y el hambre no es solo de comida, tenemos hambre de expresión que se transforma en arte, deporte, liderazgo, comunidad, que es un hambre que también podemos satisfacer y es parte de ese pan diario que pedimos diariamente.
Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
Aquí es donde nos volvemos mentirosos.
¿Cómo es que somos capaces de decir esta oración que Jesús mismo nos enseña cuando sabemos que no podemos con tanto?
Prácticamente nos vemos obligados a no volver a decirla. O si queremos decirla, nos vemos en la necesidad de entrar dentro de nosotros y hacer una transformación. Si tenemos una sola persona a la que no podamos perdonar, eso ya nos impide decir esta oración y seguir con la frente en alto.
Y otra cosa. ¿Cómo es posible pedir perdón cuando nosotros no perdonamos a los demás?
En el anterior pedido de ‘danos el pan nuestro de cada día’ y este de ‘perdónanos porque nosotros también lo hacemos’ se resume las necesidades que tenemos en nuestra vida diaria.
Nos levantamos a buscar el pan. Y nos acostamos queriendo que nuestra conciencia esté tranquila.
Y fijémonos que las dos están ligadas. Aquel que madruga y es trabajador, recibe el pan que necesita. Pero el pan es tangible. Se puede tocar. La tranquilidad no y por lo tanto es difícil de medirla. Hasta la podemos ocultar si nos es esquiva. Podemos no perdonar durante toda una vida y poder ocultarlo. ¿Pero de qué sirve?
Y otra cosa. Estas dos necesidades pudieran tratar de cubrirse una a la otra. Por ejemplo, al tener más pan, oculto la necesidad del perdón. Entre más dinero tengo, más me puedo alejar de los que no quiero.
Pero ya sabemos que no es así, ya que aunque uno se esconda al otro lado del mundo, lo primero que uno se lleva en el viaje, son los problemas ya que estos están dentro de nosotros. El problema somos nosotros y a donde vayamos, allá estarán y nosotros ni cuenta nos damos, seguiremos moviéndonos de un lado a otro con la vana esperanza de encontrar la felicidad.