Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

El objetivo de nosotros es creer. Concentrémonos en eso. Nada de armar guerras persiguiendo al diablo y sus manifestaciones. La guerra es personal. No requiere armamento y no es tan fácil como pensamos. Creer es un poco difícil ya que aunque nos guste lo que escuchamos, lo que vemos y analizamos, es muy difícil dejar lo que antes dábamos por seguro. Va a ser muy difícil que puedas seguir por tu camino, una vez se te atraviese un gato negro. Te vas a sentir indefenso si no llevas la medalla de la buena suerte. 

No sabrás que hacer si no te leen el naipe o el humo del cigarrillo. Y quién sabe qué otras ayudas necesitamos para sobrevivir. 

Porque debes saber que tu mundo es un mundo de supersticiones y ni siquiera lo sabes. 

Pero algo queda en claro: las ‘ayudas’ nos delatan o dicho de otra manera: Dime que ayudas necesitas y te diré cuánto crees. 

Entonces debemos tener en claro que el diablo y sus tentaciones no se eliminan al creer en Dios. Es más, al mismo Jesús se le apareció y no una sola vez, aquí mismo un fariseo invita a Jesús a comer en su casa. 

¿Quién es este fariseo? Es la tentación en persona. El fariseo sabe toda la ley de Moisés. Cada regla impuesta, cada costumbre que los rige, cada palabra será fríamente vigilada. 

Pero aún así, Jesús asiste. ¿Por qué? 

Porque esa era su tarea. Llevar el mensaje. 

Y no llevarlo a la tierra buena. Eso no tiene gracia. Llevar el mensaje a la tierra árida. Echar su semilla en las rocas y esperar que germinen. 

Y eso nos beneficia. Jesús demuestra aquí, que aunque nosotros seamos los más pecadores, el nos aceptará la invitación a comer en nuestra casa. Ya depende de nosotros cómo utilicemos la ocasión. Este Jesús no teme que nosotros lo tentemos en nuestra casa en donde tenemos todo controlado. El no teme porque él cree. ¿Cómo tentar a un hombre que cree? No hay forma. Sencillamente es imposible. Es por eso que Jesús entra tranquilo sabiendo que tiene dos tareas: 

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