Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

El infeliz legista se queja ante Jesús, que al maestro hablar así, los está lastimando. 

Nosotros somos iguales a este legista. Cuando alguien enseña algo, todo va bien mientras esté en concordancia con nosotros, pero cuando lo que se enseña se estrella con nuestra forma de comportarnos, entonces solo vemos un camino: hacerle un alto al maestro y decirle que nos lastima. 

Y por qué no somos capaces de parar nosotros y preguntarnos. ¿Tendrá razón este maestro y no es que me ‘injurie’ a mí, sino que he estado equivocado y debo transformarme? 

No. No nos detenemos a siquiera sopesar la posibilidad de un error de nuestra parte. Es más fácil parar a la otra persona y hacerle saber de manera enérgica que su proceder nos lastima. 

46 Pero él dijo: « ¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos! 

¡Y tóme su tentación! Jesús siempre devolverá el mismo peso que uno quisiera que él cargara. 

Es increíblemente interesante esta forma de resolver conflictos. Pero Jesús lo puede hacer porque está seguro de su mensaje, porque cree. Esto le da claridad, porque elimina la pérdida de tiempo que acarrearía tener que estar pensando si estoy en lo correcto o no. El sabe que su mensaje es cierto, así que es capaz de descubrir el error del que lo tienta. 

Y no crean que uno tenga que ser Jesús para hacer uso de estas habilidades. No es así. Nosotros tenemos las mismas armas de Jesús y las podemos utilizar a nuestro antojo, sólo que hay una pequeña diferencia: El cree. Nosotros decimos creer pero ante la tentación, nos dejamos envolver y resultamos envueltos en unos conflictos en donde el diablo sale por la puerta principal diciendo: Sólo lo quería ayudar. 

¡Infeliz diablo!

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