Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Pero debemos aceptar que el diablo no tiene aquí la culpa. El diablo está allí para lo que nosotros queramos que este. Es un arma más que tenemos para llegar hacia donde nos dirigimos. Podemos utilizar al diablo para nuestros propósitos porque el diablo no es otra cosa que pruebas que la vida nos da para aprender. Si la tentación se nos atraviesa, eso es un examen que la vida nos da para ver nuestro nivel. Al fallar el examen, solo quiere decir que nos toca repetir el nivel en que vamos. Si pasamos la prueba pasaremos a un nuevo nivel, con mejor vista, mejor compañía y algo más: Con otros diablitos que nos probarán. Gracias a los diablitos es que aprendemos. Ellos son la prueba de fuego. 

Veamos un ejemplo más común: 

Una esposa está en su casa, la vecina viene a tomar café y entre risas y comentarios, le hace saber que ella vio al esposo de la mujer con que habla, en cierto lugar y parecía sospechoso, además venía bien acompañado. 

¿Qué hacer? ¿Cómo responder? 

Después de todo, le están haciendo un favor. 

¿Un favor? 

En el momento que esta esposa abra su boca, se habrá dejado envolver de la tentación. Quién sabe qué más información trae la ‘amiga’ y es muy posible que hasta ya tenga un plan de ataque con estrategia ya definidas. 

Pero entonces estaríamos poniendo nuestros matrimonios en manos del que primero traiga información ‘importante’. 

Uno tiene que arreglar su matrimonio con su pareja, no con sus vecinos. Es que cada consejo que recibamos o cada insinuación podrían hundirnos más. 

47 y 48. « ¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros erigís monumentos.

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