Lucas, Teofilo soy yo

German Muñoz

Excepto tal vez que todos estos sucesos estaban escritos. No hay sorpresa aquí si alguien se ha tomado la molestia de leer los libros.

Profecía de Simeón.

33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.

¿Admirados por qué?

A estas alturas ya todo debería ser normal para ellos. De pronto José se seguía admirando porque toda la historia referente a Jesús es asombrosa para él. A no ser que él fuera aún más creyente que María, le sería difícil, por decirlo menos, entender todo esto de embarazos a control remoto y que alguien venga y disponga de su esposa sin ni siquiera tener la cortesía de hablar con el primero.

¿Cómo que nadie habló con José?

Porque Lucas no me lo dice.

Ya sabemos que otros evangelistas tranquilizan a José y además cuando su esposa recién acaba de tener a su hijo, los ángeles se le aparecen a él, en sueños y él huye despavorido. Así que sale corriendo asustado pero vivo y lo más importante, cuando se le pasara el susto, iba a pensar de nuevo en lo sucedido y se iba a dar cuenta que Jesús era Jesús, o sea, no cualquier Jesús, sino nuestro Jesús.

Pero Lucas hace caso omiso de todos estos detalles y nos deja en la oscuridad. Ninguna señal de los santos inocentes o de Gabriel apareciéndosele a José o huida a Egipto. Nada de nada. Todo era tranquilidad y aburrimiento en aquel comienzo de Jesús.

Amén.

34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción